Santiago du Chili : Mujeres de palacio
Eugenia Velasco Villafaña – Historiadora del Arte
Résumé : Les femmes des palais
Fin XIXe et début XXe siècle, les femmes de l’élite étaient filles, épouses ou mères. Leur espace se limitait à la sphère privée. Pourtant certaines ont rompu avec ce modèle. Parmi elles Isidora Goyenechea Gallo (18361897), héritière et femme d’affaires après son veuvage, sut administrer sa fortune. On lui doit la construction et la décoration du remarquable palais Cousiňo et de ses jardins.
L’élite aristocratique et bourgeoise, fascinée par la culture européenne, eut recours à des artistes étrangers et adopta un mode de vie qui permit à notre culture de s’exprimer. Les femmes découvrirent de nouveaux horizons et moyens de développement personnel, grâce à l’art de la conversation du salon à la française. Les discussions sur tous les sujets étaient de haut niveau sous la direction de la maîtresse de maison, même dans le domaine de la politique. Elles en acquirent un rôle de plus en plus actif.
La poétesse Mercedes Marín del Solar (18041866) rédigea un Traité pour l’éducation des enfants parmi de nombreuses autres oeuvres érudites.
Isidora Zegers de Huneeus (1803–1869) favorisa dans son salon le développement de la musique. Martina Barros Borgoño réunissait dans son salon l’élite des musiciens, des peintres des musiciens, des amateurs d’opéra. Présidente honoraire du conservatoire national de musique, elle fonda la société philharmonique de Santiago.
L’apport spécifique des femmes fut de permettre la confrontation des idées et le dialogue grâce à leur niveau culturel et à leur raffinement. Le salon de Martina Barros Borgoño, féministe et visionnaire, se fit remarquer pour la profondeur et le sérieux des sujets abordés. Elle publia Stuart Mill, et un reportage sur l’esclavage des femmes pour qui elle réclamait le droit de vote ; elle obtint le droit pour les femmes d’aller à l’Université.
Grâce à toutes ces femmes appartenant à l’élite, les femmes purent sortir de l’espace familial et caritatif. Elles intégrèrent diverses institutions et participèrent à l’intégration de la femme à la vie publique.
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La vida de las mujeres de la élite durante el siglo xix e inicios del xx, se regía por el tradicional rol de hija, madre, esposa. Su existencia, transcurría en torno a la familia y por ende al espacio de lo privado. Sin embargo, algunas de ellas, cuyos aportes repercuten hasta nuestros días, fueron rompiendo con este modelo, trascendiendo al ámbito de lo público.
Una de estas mujeres fue Isidora Goyenechea Gallo (1836-1897), emprendedora, culta, heredera de una valiosa fortuna proveniente de las minas de plata y del carbón en Lota, propiedades, viñas, etc. Al enviudar, con sólo treinta y siete años, manejó su fortuna con visión empresarial y res ponsabilidad social. Lideró con talento la construcción, diseño y decora ción de todos los ambientes del Palacio Cousiño y sus hermosos jardines.
En las últimas décadas del siglo xix e inicios del xx, la élite aristocrática y burguesa, gozaba de un alto poder económico. En este periodo aumentó su nivel de relación y admiración por la cultura europea, se hicieron más frecuentes los viajes y largas estadías en el viejo continente, y se acogió
a ilustres extranjeros en nuestro país. Producto de este contacto, la élite incorporó un modo –un estilo de vida – de persona ilustrada, culta, intelectual, que permeó distintos espacios y expresiones de nuestra cultura como el arte, la música, la literatura, el teatro, la educación y un conjunto de hábitos y comportamientos en su forma de vivir.
Esta influencia hizo eco en las mujeres, quienes fueron descubriendo múltiples intereses, incorporando e imitando comportamientos de sus símiles europeas, ampliando su horizonte y la visión y proyección de sí mismas.
Un modelo –de origen francés– adoptado por las damas de la élite, fue el salón y la figura de la Saloniere/1. Sin embargo hay que señalar que a lo largo del siglo xix, fue habitual la realización de reuniones-tertulias en las casas.
En estos espacios, hombres y mujeres (en menor medida) debatían libremente sobre temas de interés nacional como política, economía, religión, etc. Pero a diferencia de la antigua tertulia, el salón se constituye en un espacio más estructurado y de claro corte intelectual. En el Salón, la conversación –la oralidad– tuvo un papel protagónico. La anfitriona, debía manejar los temas con profundidad y a la vez tener la capacidad de liderar con simpatía y desplante la participación de sus convocados: el manejo de la palabra era su herramienta fundamental.
La política –cuestión relativamente lejana a las mujeres– se fue acercando en las reuniones sociales, a través de sus participantes, entre los que se encontraban ministros, parlamentarios, empresarios, políticos. Tal es el caso de Emilia Herrera de Toro, suegra del Presidente Balmaceda, acos tumbrada a relacionarse con soltura entre los hombres que detentaban el poder, en sus reuniones no faltaban honorables.
Las mujeres de la élite -unas más temprano, otras a fines del siglo xix e inicios del xx, se apropian del espacio privado –el salón– para debatir asuntos de la esfera pública. Poco a poco, y con distintos énfasis las se ñoras de la élite cada vez más instruidas –informalmente–van jugando un rol más activo, protagónico y gravitante, tanto en beneficio de ellas, como para la sociedad en su conjunto.
1. Salón: término popularizado en los inicios del siglo xix por la escritora y saloniére Madame de Stäel, quien así rebautizo a los bureaux d”esprit de la ilustración, alu de tanto a un espacio como a un tipo de veladas en las cuales se abordaba una agenda temática que alternaba el acontecer político con los temas culturales más variados (en Vicuña, Manuel (2001). La belle époque chilena., Editorial Sudamericana: Santiago, Chile).
Ejemplo de esto fue la poetiza Mercedes Marín del Solar (1804-1866) cuyos aportes en favor de la educación los realizó en la Sociedad de Instrucción Primaria y por medio de la redacción de un Tratado de estudios para niñas. Poseía una educación de excelencia, dominando varios idiomas, lo que le permitió desplegar sus talentos sin dificultad en el salón. Su labor trascendió con creces: escribió biografías, leyendas, ensayos, destacando particularmente como poetisa con Canto Fúnebre a la Memoria de Diego Portales
Un punto vital en el desarrollo de la música en Chile lo aportó Isidora Zegers de Huneeus 1803–1869 a través de la organización de sus salones. Española radicada en Chile, Martina Barros Borgoño dueña de un gran talento musical y estudios con piano, guitarra, arpa, canto y composición en París, en sus salones, confluyeron importantes representantes de la cultura de la época. Pintores como Raymond Monvoisin, Mauricio Rugendas, el escritor José Joaquín Vallejo (Jotabeche), el intelectual Andrés Bello, el naturalista Claudio Gay entre otros. Amante de la ópera, incentivó su difusión y desarrollo en nuestro país, promoviendo la participación de las mujeres de la élite en esta disciplina. Fue presidenta honoraria del Conservatorio Nacional de Música y fundadora de la Sociedad Filarmónica de Santiago.
Un aporte especial de las mujeres, fue la capacidad que tuvieron para generar diálogo y aunar posiciones divergentes: “Los salones presididos por mujeres podían establecer puentes entre fracciones contrarias”, actuando como mediadoras y disipadoras de conflictos. Laura Cazotte, Lucía Bulnes Pinto y Delia Matte Pérez, fueron destacadas en este sentido, provistas de un excelente nivel cultural, instauraron un estilo refinado –tanto por el trato como por los contenidos– pudiendo reunir sin dificultad a personas de ideas opuestas. Por su parte, Delia Matte extendió su plano de acción y creí en 1916 El Club Social de Señoras.
Finalmente, notable y excepcional fue Martina Barros Borgoño (1850-1941), feminista y visionaria, quien destacó por su genuino interés por el conocimiento. Educada en los más altos estándares por su tío, el historiador Diego Barros Arana, a lo que se suma la complicidad con su marido Augusto Orrego Luco (médico, escritor y periodista). Sus salones se caracterizaron por la profundidad y seriedad con que se abarcaban los temas.
En permanente contacto con las corrientes más avanzadas de su época, publicó el libro de John Stuart Mill La esclavitud de la Mujer, y publicó un reportaje al respecto en La Revista Chilena, generando suspicacias en el medio conservador. Cuestionó y luchó por un cambio en la situación de las mujeres, siendo una de las primeras en exigir el derecho a voto. Sus planteamientos tuvieron eco en intelectuales como Benjamín Vicuña Mackenna y Miguel Luis Amunátegui, quién dictó el decreto que lleva su nombre en 1877, que permitió el acceso de las mujeres a la universidad. Es factible suponer que el acceso de las mujeres a la universidad, sumado
a los cambios que estaban ocurriendo tanto en Europa como en Estados Unidos y en nuestro propio país en torno a la condición femanina hayan sido el impulso para que las mujeres de la élite sintieran y vieran la urgencia de salir de su tradicional rol ligado al espacio de la familia y la caridad. En este sentido la escritora Inés Echeverría de Larraín, Iris, señaló: Con nuestra mayor sorpresa han aparecido unas mujeres perfectamente educadas, con títulos profesionales, mientras nosotras apenas sabemos los misterios del rosario.
Hacia fines del siglo xixe inicios del xx, varias de estas activas mujeres de la élite se integraron a diversas instituciones, que desde distintas miradas –unas más conservadoras otras más modernas– trabajaron por sus derechos y su participación en la esfera de lo público, dejando un beneficioso legado para la sociedad en su conjunto.
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